domingo, 23 de enero de 2005

El restaurante erótico

Hace unos cinco o seis años, por un folletito que le pusieron a uno de nuestros amigos en el parabrisas, acabamos cenando en un restaurante erótico. Eramos siete personas, tres parejas y la hermana de una de las chicas. Nunca habíamos ido a un sitio de ese tipo, y pensamos que lo podríamos pasar bien y pasar un rato divertido. Reservamos mesa para el viernes, Día de la Pareja.

El sitio estaba situado en un pueblo de la Costa del Sol, en un callejón apartado y no precisamente en primera fila. Entramos y vimos que eso no era exactamente lo que nos habíamos imaginado, era más bien cutrecillo. El comedor era pequeño y no tenía ventanas, estaba pintado de un color entre el rosa y el lila. Lo iluminaba unos fluorescentes morados, sí, esa luz que hace que el blanco parezca fosforito. La decoración era muy hortera y daba hasta grima. Se ve que en un saldo compraron tres maniquíes y las descuartizaron para luego colgar los miembros sueltos en las paredes: había piernas ataviadas con medias de rejilla con carreras, cabezas guillotinadas con pelucas de diversos colores, y brazos con guantes tipo Gilda con churretes.

Bueno, nos dijimos, vamos a ver qué nos ponen de menú (precio fijo, 30 euros por pareja). Una camarera poco jocosa nos preguntó a cada uno nuestro horóscopo y luego nos lo puso delante estampado en un mantelito individual de papel. Nos entró ya la risa por la cutrez de todo. Y eso que aún no había llegado ni la comida! El pan, que se supone tenía que haber tenido forma fálica, era un bollito redondo normal, nada erótico. Por lo visto el panadero proveedor se había puesto malo y tuvieron que comprar bollitos normales (esa fue la explicación).

Llegó el primer plato: "Crema de Eros" para ellas, y "Sopa de almejas" para ellos. Realmente horrible. De erótico tenía solo el nombre, el resto era una sopa de sobre realmente mala y encima no estaba ni caliente, estaba muy tibia.
No me acuerdo bien en qué consistía el segundo plato, creo que a las mujeres nos pusieron algo parecido a una cola de rape pero en malo, y a los hombres algo con un nombre semi-erótico de mujer pero igual de incomestible.
Ya en los postres, y viendo el cachondeíto que teníamos montado, la camarera nos "lanzó" el postre con cara de cabreo: "Falo de dioses" para ellas, que era un vulgar plátano con un poquito de nata en la punta y dos bolitas de helado en la base. Nos espetó un "ahora las mujeres le debeis chupar la punta al plátano" con muy poca gracia, y les trajo a los chicos "Pechos de Afrodita", que en realidad eran 2 flanes con un poquito de nata como pezones.

Después de esta escatológica cena nos invitaron a un cava malísimo (de esos que te regalan de vez en cuando en el supermercado cuando compras medio kilo de jamón york) y fue en ese instante cuando el dueño del antro nos hizo una visita de cortesía con una gran sonrisa, preguntando si nos había gustado la cena y qué nos parecía el sitio. Por supuesto nos entró un ataque de risa.
El sitio quebró poco después de haber ido nosotros. Por desgracia en esa época aún no había cámaras digitales, así que no hay reportaje gráfico de la cena.

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