Caídas
Una de mis caídas más ridículas fue hace unos 2 años en el aparcamiento de un hipermercado. Iba con mi hijo pequeño que por entones iba todavía en una silla de paseo. Había llovido y en el suelo había un charco enorme. En vez de bordearlo, tomé carrerilla para saltar al otro lado, lo que por supuesto no logré. Aterricé en el agua antes de llegar al borde del charco, resbalé con el fanguillo que había dentro, el carrito salió disparado y me pegué una leña importante en la tibia, que estuvo luciendo un enorme moratón durante más de un mes. El niño todavía se acuerde y me lo recuerda cada vez que vemos un charco. Dolorida, avergonzada y hasta arriba de barro me tuve que ir de ahí manteniendo la compostura por mi hijo y la veintena de personas que habían hecho corrillo a mi alrededor. Fue uno de esos momentos "Tierra trágame".
Esta mañana nos hemos despertado con la noticia de que Fidel se ha pegado una buena piña en público al caerse por unas escaleras de madera en un meeting.
El presidente cubano sufrió una caída que le provocó la fractura de una rodilla y de un brazo.

Como siempre, él tan en su papel de líder protector.
Me han venido a la memoria caídas famosas, como la de Margareth Thatcher o la de la Reina Sofía en la Casa Blanca con Bill Clinton. Qué ridículo se siente uno después de caerse en público, y si encima eres famoso tienes que aguantar ser la comidilla de las portadas de los periódicos, salir en los informativos y por supuesto en los programas de zapping.
Pero para caídas impresionantes, esta, que además no era la primera vez que se caía. ¡Desde luego las hay con suerte!
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