martes, 14 de diciembre de 2004

Papel higiénico

Desde el principio de los tiempos, los hombres han echado mano de algo para limpiarse después de hacer sus necesidades. Bueno, algunos, porque otros eran espesitos y ni se molestaban en asearse después de defecar. En la antigua Roma en las termas se disponía de una esponja amarrada a un palo y sumergida en un cubo de agua salada, ¡y todos los usuarios la compartían!
Hacia mediados del siglo XIX se comercializó el primer papel higiénico empaquetado por el norteamericano Joseph Gayetty, pero el producto, disponible en paquetes o en hojas individuales, tuvo muy escasa venta y no tardó en desaparecer virtualmente de los estantes en las tiendas de comestibles y artículos de limpieza. Años más tarde los hermanos Scott ofrecían rollos de pequeño formato. Se vendía con envoltorios de papel corriente y encajaba en el “retrete americano” que en aquellos tiempos era conocido, como “el cuarto más pequeño de la casa”.
Nuestros abuelos usaban trocitos de papel de periódico y revistas. De hecho, algunos semanarios lo decían explícitamente en su publicidad: Lea y úselo. Nuestros padres tenían el papel El Elefante tan incómodo y áspero que te hacía hasta heridas si lo usabas con demasiado entusiasmo.

Ahora nuestros culitos están muy mimados, y tenemos papel suave y hasta toallitas húmedas para retirar restos. Pero eso tiene un inconveniente también, no para nosotros sino para el medio ambiente: El papel higiénico de lujo tapona los baños británicos. Y hablando de lujo: alguien se ha molestado en hacernos la vida más entretenida y cómodo en ese momento íntimo de retrete, y ha inventado un rollo de papel higiénico con buscador web.

Lo que está claro es que para la vida occidental el papel higiénico es de vital importancia. Ya lo decía la canción "Oda al Papel Higiénico" , de La Trinca.

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