miércoles, 10 de noviembre de 2004

Cenizas

Corre una anécdota en mi familia política que cuenta que en la posguerra, unos primos lejanos que estaban pasando mucha hambre recibieron un paquete del extranjero. En aquella época tenían familiares que vivían en Argentina, y les solían mandar comida una o dos veces al año. Cuando lo abrieron se encontraron con unos polvos negruzcos, pero como el hambre era mucha hambre, prepararon un puchero con esos polvitos bastante sosos y se lo comieron. Al cabo de una semana recibieron una carta del tío abuelo que vivía en América, donde leyeron algo así: "Aquí os enviamos las cenizas de la abuela cuyo último deseo fue que sus restos descansaron en su España natal". ¡Ya lo creo que descansaron en su tierra!

Por aquella época no era muy normal incinerar a los fallecidos, todo lo contrario que ahora. En estos tiempos modernos es más barato y más higiénico incinerar los cuerpos. No hay que comprar tumbas ni nichos por "x" años, ni hay que hacer reducción de restos. Simplemente nos entregan una preciosa urnita con las cenizas de la tía Fernanda y nosotros, cumpliendo o no la última voluntad de nuestra querida tía, esparcimos sus cenizas en el mar mediterráneo, en una esquinita del Retiro, compramos un columbario en la parroquia para que descanse en tierra santa o la ponemos en la repisita cerca de la tele.

Cualquier lugar vale. ¡Ah no, ya no! Desde ya, el ayuntamiento de Almonte ha prohibido esparcir cenizas mortuorias por El Rocío , donde le ha dado a la gente, en plan Carmina Ordóñez, por ir a tirar las cenizas por la aldea. Me parece una buena idea, porque una cosa es un poquito de ceniza, y otra cosa es ir sorteando las cenizas de media España. Como dice Antonio Burgos:
Al paso que íbamos, con tanta ceniza mortuoria, iban a tener que reformar las sevillanas rocieras. Los Amigos de Gines iban a tener que dejar así el «Sueña la margarita»:
«Beben los pajarillos
en el río Quema
y vas pisando muertos
por las arenas».

Los Marismeños, obligados a cambiar la letra de Moya y Pareja Obregón:
«Almonteño, déjame
que yo tire sus cenizas,
que los caminos crucé
con los restos de tía Luisa».

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